“A veces no está claro si es el niño el que tiene el problema o es el sistema educativo el que no se adapta a sus necesidades”
¿Habéis conocido a alguna persona realmente apasionada con lo que hace, de esas a las que les brillan los ojos cuando te lo cuentan? Irene Álvarez es una de ellas. Habla con tanta ilusión de sus robots y de la revolución educativa que intenta impulsar que es imposible no contagiarte de su entusiasmo. A pesar de su juventud (24 años), esta ingeniera industrial domina con soltura la robótica y las metodologías de enseñanza aplicada. Hoy nos cuenta cómo logró poner en marcha la Academia A.R.C.E para que niños y adolescentes aprendan no solo a construir robots sino también a ser creativos y a divertirse con la ciencia (también nos ha prometido enseñarnos las fotos del robot coctelero que construyó después de que saliese la idea en una fiesta con amigos).
¿Cómo empezó todo, Irene? ¿De dónde viene tu pasión por los robots?
Todo empezó hace ocho años, cuando me fui a Estados Unidos a estudiar 1º de Bachillerato y descubrí que en mi instituto había un grupo de robótica. En Estados Unidos nos llevan más de diez años de ventaja en estos temas. Tuve la suerte de que me aceptaran y cuando acabé el curso, me becaron para que trajese el equipo a España. La idea era traer la competición Firts Robotics Competition, que consiste en construir robots de 50 kgs en seis semanas. El problema es que cuestan 10.000 €. Tras varios intentos fallidos, al final surgió la oportunidad de organizarlo en mi instituto. Curiosamente, aunque había muchísimo rechazo por parte de todos los profesores de ciencias, hubo un profesor de Lengua y Literatura que nos ayudó y se consiguió montar el equipo. Lie a mis amigos y nos pusimos en marcha. Nace así, en octubre de 2008, el equipo de robótica Yehabots. Yo tenía 17 años.
¿Y pudisteis participar en la competición? ¿Cómo fue la experiencia?
De golpe, nos encontramos con que la competición era en noviembre, habían cerrado ya la fecha límite de inscripción y teníamos que organizar el viaje a Londres. Fue un mes de locura, de entrevistas en radio, de intentar conseguir patrocinadores, hablando con la coordinación de Inglaterra y de Estados Unidos para que nos dejasen participar… Nadie creía en nosotros. El pensamiento generalizado era que no construiríamos en un mes un robot que la mayoría de la gente tarda en hacer tres o cuatro meses, y encima sin experiencia. Pero soy muy cabezota y dije que lo conseguiríamos.
Para poder pasar a la competición, nos pusieron fechas límites. Teníamos, por ejemplo, dos semanas para conseguir un robot que se moviese; otras dos semanas para conseguir un robot que cogiese objetos. Finalmente, conseguimos financiar casi el viaje completo a Londres (aunque comimos muchos bocadillos, eso sí, que Londres es muy caro). Haber construido un robot y llegar hasta allí ya era mucho para nosotros. Pero, cuando empezó la competición, nos dimos cuenta de que todos los robots eran peores que el nuestro. Y eso que el nuestro falló, se puso patas arriba en la pista, nos pasó de todo. Lo mejor que teníamos es que íbamos muy contentos y animábamos mucho. Asombrosamente, ganamos, y fue una experiencia preciosa. Nuestro robot se llamaba WEGI (We Got It, lo conseguimos).
¿Qué pasó al volver a España, se mantuvo el equipo?
Nos clasificamos para ir al mundial, que era en abril en Texas, y queríamos ir a toda costa. Intentamos conseguir patrocinadores, pero no hubo suerte. Además, ese año teníamos la selectividad, así que nos quedamos sin poder cumplir nuestro sueño. Pasaron los meses y me matriculé en Ingeniería Industrial, en la rama de robótica (electrónica). Ese curso inicié además otros dos equipos en otro cole. Como en Inglaterra los padres nos vetaron porque habíamos machacado a sus hijos (risas), tuvimos que organizar una competición española. En esa ocasión, conseguimos bastantes patrocinadores y vinieron además dos equipos de Suecia, a los que les financiamos parte del viaje. Nos volvimos a clasificar para el mundial, pero tampoco pudimos ir.
Al curso siguiente, hicimos una nueva promoción de extraescolares y nos entraron 7 niños nuevos de 1º y 2º de la ESO. Era nuestro objetivo: trabajar con los mismos alumnos varios años para formarles el primer año y luego ya poder hacer cosas más complicadas. Organizamos de nuevo la competición en España, nos clasificamos para el mundial y por fin pudimos ir. Entre los patrocinadores que más nos han apoyado está Juventud y Cultura, una empresa dedicada a la enseñanza de idiomas que es con la que yo me fui a Estados Unidos; el Ayuntamiento de Galapagar, que nos ayudó mucho al principio; y una empresa de parkings robotizados, a los que perseguí hasta que conseguí una reunión (justo un día después de mi graduación) y también nos ayudaron mucho.
El año pasado, acabaste la universidad y te hiciste autónoma. ¿En qué consisten los talleres que impartís actualmente en los colegios?
Hemos montado tres tipos de talleres. En el de robótica, los niños tienen que participar en una competición con un reto que cambia cada año (nos lo proponen desde Estados Unidos), y el resto del curso aprenden conocimientos de ingeniería, diseño, programación, etc.
El taller de programación está un poco en el aire, ya que la academia trabaja mucho con alumnos de necesidades especiales. Nuestra metodología, que gran parte viene de mi relación con los centros de Estados Unidos, es muy práctica. Está demostrado que los alumnos con déficit de atención e hiperactividad, si trabajan con una metodología aplicada basada en retos, no tienen los síntomas. Por eso a veces no sabes cuándo es el niño el que tiene el problema o es el sistema educativo el que no está bien adaptado. Los ordenadores y las tabletas, usados en edades muy tempranas, producen una sobre estimulación y pueden aumentar el déficit de atención. Les expones a tantos estímulos y tienen que trabajar tan poco para recibirlos que no son capaces de enfocar su atención en una sola cosa.
Por último, el de STEAM o ciencia divertida es un taller de ciencia, tecnología, ingeniería, arte y matemáticas de manera aplicada. El concepto se basa en no aprender solo, por ejemplo, a resolver ecuaciones matemáticas, sino enseñar la utilidad de resolver ecuaciones en casos de ciencias que ya estén viendo los alumnos, como las ecuaciones químicas. Y a la vez que enseñas química puedes enseñar números negativos y positivos por aquello de los iones, los cationes y los aniones. Al principio, era muy reacia, no sabía cómo implementarlo ni cómo iban a responder los niños, pero luego me ha fascinado la idea. Está teniendo muy buenos resultados. Podemos meter temario de últimos cursos de la ESO o Bachillerato a niños de primaria. Y lo entienden sin problemas y son capaces de contarte todo. Este año están aprendiendo física por medio de las montañas rusas; son niños de cuarto y quinto de primaria que se familiarizan con las fuerzas centrípetas, el momento lineal, la energía cinética… Con todas sus fórmulas y su aplicación real. Los propios padres se quedan asombrados. Los niños te explican ahora por qué en las primeras montañas rusas algunas personas morían en los bucles a causa de las fuerzas G.
¿Dais a clase a alumnos de todas las edades?
Cubrimos primaria, secundaria y formación a profesores. Desde los 6 a los 65 años. Ahora estoy seleccionando a un profe que va a trabajar aquí en Workcase conmigo para elaborar materiales para un proyecto de desarrollo curricular que tenemos para los docentes. El objetivo es que den dentro de sus clases unas determinadas horas de una forma más práctica. Para ello, preparamos bloques de 10 horas, en pequeños módulos que son fáciles de introducir en sus asignaturas.
A todo esto, ¿cuáles son las reacciones con las que os encontráis por parte de los profesores más “tradicionales”?
Hasta hace unos años, había mucha reticencia y rechazo. Ahora, en las charlas que he dado de robótica y STEAM, veo mucho más interés. Se están dando cuenta de que el sistema no funciona y de que tienen que innovar. Está ayudando también ver los resultados de las experiencias en robótica en países como Estados Unidos e Inglaterra. Nosotros no decimos que tenemos profesores sino mentores que acompañan al alumno en el aprendizaje. También se tienen que implicar en los problemas que tengan los alumnos en casa o en el colegio; saber de dónde viene su agresividad o su falta de motivación. Si tratas la causa, evitas los síntomas. Nuestro enfoque es introducir más humanidad en la enseñanza. Hay una corriente muy fuerte de profesores que opina que ellos no están para educar a los niños sino para darles conocimientos técnicos. Nosotros no pensamos así. Los profesores pasamos un tiempo muy valioso con los alumnos y podemos introducir un cambio muy importante en sus vidas.
Por último, ¿qué hace una chica como tú en un coworking como este?
Empecé trabajando en casa y la verdad es que es duro. Mi padre, además, no está muy de acuerdo con que sea autónoma. Pensé que si salía de casa se daría cuenta de que es un trabajo lo que yo hago, porque mi padre piensa que es mi hobby. He intentado explicarle que mi hobby es mi trabajo y eso es realmente lo que mola, pero no hay manera. Al final, en Workcase ha mejorado mi productividad mucho, y estoy muy contenta.